Cuadro: Kimeta Castañe |
Hace un momento, estaba peinándome como cada noche ante el espejo,
echándome aceite para hidratar mi cabello y pensando por enésima vez en si
sería buena idea dejar de usar champú para empezar a lavarme el pelo con
productos naturales. Y entonces, he pensado “pero vaya, justo la semana pasada
compré una mascarilla para el pelo ¿qué haría con ella?” “pero vaya, ¿y si tras
lo que llaman el período de adaptación mi pelo sigue viéndose sin brillo y como
apelmazado?”*. Y
entonces, me he dado cuenta de todas las cosas que postergo simplemente porque
tengo miedo al cambio.
Sé que el miedo es algo irreal, algo que crea mi cabeza, un mecanismo de
defensa. Tardé meses en comprarme la copa menstrual tras descubrirla por
casualidad en una página web que algunxs llamarían feminista. Pensaba… “¿Y si
me duele, la noto, no funciona, me equivoco de talla, de repente tengo los pantalones
blancos como la bandera de Japón?” y mil cosas más… y miraba y remiraba páginas
web donde hablaban de sus ventajas e inconvenientes al igual que ahora miro
webs de cómo lavarse el pelo sin usar champú (parece superficial, pero tiene un
trasfondo ecológico y saludable que tiene su punto…) de sus ventajas e
inconvenientes.
Y me estaba mirando al espejo, trenzándome el cabello como cada noche,
hebras castañas mezcladas con hebras de Luna… y me he dado cuenta del miedo que
tengo a cambiar las cosas.
Y sé, que a peor… difícil.
Y he visualizado la carta de La Torre. La del Tarot que más utilizo, el de
las Hadas. El terremoto que te nace desde las entrañas y explota y hace que
nada vuelva a ser como antes. El cambio, el CAMBIO en mayúsculas, desde dentro,
desde tus cimientos, desde todo lo que pensabas que pensabas, que sentías que
sentías y después, pumba… ya no tiene nada sentido. Excepto que hacía mucho que
no sentía el fuego de mi tercer chakra y ahora lo siento… porque eso es la
Torre, fuego, explosión, cambio, cambio en tu forma de ser y de pensar, en tu
forma de actuar.
Es por eso, que cuando mucha gente lee las cartas y sale esta, se asusta.
Porque todos le tenemos miedo a los cambios. Porque, sobretodo, les tenemos
miedo si son los que trastocan nuestro mundo, nuestro interior, nuestro
exterior.
Según leí en un libro de Louis L. Hay, el centro del cambio en nuestro
cuerpo está en la garganta, quinto chakra. Y ahora lo entiendo. Porque tras el
fuego, la pasión, el sentimiento que anida en mi estómago, llega el nudo, el
que no es de llorar… pero está donde suele hacerlo cuando van a asomar las
lágrimas.
Sé que acabaré dejando el champú. Quizás mañana, o quizás decida terminar
el tarro de mascarilla que compré la semana pasada. Al igual como dejé los
productos de “higiene íntima femenina” (eufemismo desafortunado sólo porque quiero morderme
la lengua). Depende de la fuerza con que estalle el terremoto de mi Torre, de
mis chakras, contra mis miedos.
* Nota: ayer me lavé por primera vez en mi vida el pelo con bicarbonato y el resultado no fue tan mágico como me hubiera gustado…