Escrito el 1 de abril de 2015.
Si me conoces desde hace años, sabrás que siempre intento evitar hacer cualquier cosa que atente contra la libertad de otra persona. Jamás he hecho un amarre, jamás he leído las cartas a alguien que no me hubiera dado su permiso. Jamás he enviado energía conscientemente a alguien que no me lo hubiera solicitado o que no me hubiera dado su permiso explícito.
Dibujo de ViC Creacions |
A veces, nos pueden las buenas intenciones y enviamos algo. Pero si no se nos ha dado permiso o no nos lo han solicitado, nos estamos metiendo en camisa de once varas.
Tu libertad termina donde empieza la mía. Es una frase sobre la que he estado reflexionando estos días. Todxs merecemos ser libres, tener libertad para escoger qué queremos hacer, cómo queremos vivir, qué queremos sentir y mil cosas más. Pero en el momento que el hacer algo que me de libertad a mí, hace que tú tengas un poquito menos de libertad, date cuenta de que estás haciendo algo que daña a alguien. Aunque vayas con buenas intenciones.
Es por eso que siempre se aconseja que no hagas hechizos pensando en una persona en concreto. Quizás quieras protegerte de algo, pero no puedes apuntar y disparar a otra persona por ello. Te puedes y debes proteger, pero no puedes hacer daño o hacerle algo a alguien sin su consentimiento. Ni siquiera le puedes mandar amor o luz a otra persona sin su consentimiento. ¿Y si no lo quiere? ¿No tiene derecho a decidir si recibirlo o no? Siempre, antes de hacer cualquier cosa que implique a otra persona, le debes preguntar.
Por poner un ejemplo práctico. Hace años, mantuve una relación insana con una persona. Habíamos sido amigas desde la guardería hasta el instituto y después, entre unas cosas y otras nuestra relación se tornó agria, se corrompió. Ninguna de las dos nos sentíamos bien, pero intentábamos aferrarnos a lo que habíamos tenido casi veinte años atrás. Un día no pude más, porque la menos beneficiada de la relación era yo. Y le escribí y corté cruelmente con ella. Pero ella no quería terminar la relación y seguía aferrándose a mí. Yo no quería ser más cruel con ella, por lo que habíamos tenido, pero tampoco quería seguir unida a ella de esa manera tan malsana. Y lo que hice fue una visualización en la que yo cortaba mi lazo con ella. En ningún momento corté su lazo conmigo. Yo no tenía permiso para hacerlo. Y después de hacerlo, ella dejó de intentar contactar conmigo, sólo lo hizo en una ocasión que para ella era importante. Y no ha vuelto a contactar aunque su lazo sigue intacto, pero si le vuelve a pasar algo importante, sé que contactará. Es su decisión cortar su extremo del lazo o no hacerlo. Yo ahí ya no puedo hacer nada. Para más inri, como yo soy pagana y ella católica, evité utilizar cualquier herramienta simbólica que le pudiera molestar. Sólo visualicé unas tijeras. Algo cotidiano y utilizado por cualquier persona.
El amor es libertad. Siempre lo he pensado y siempre lo pensaré. Y sé que a veces tenemos que hacer cosas que nos resultan difíciles por amor a unx mismx. A mí me resultó muy duro cortar con esta relación. Pero lo hice y me sentí mejor. Ya no he vuelto a llorar por esa persona. Ya no ha vuelto a molestarme (me molestaba porque la quería, pero como no nos podíamos dar lo que necesitábamos, me molestaba, era como un amor-odio) y cuando haya sanado esa herida, contactaré con ella. Pero no antes. Muy posiblemente me enviará a freír espárragos, pero no me importa, le doy libertad para elegir. Porque estoy en paz. Y me gustaría que esa persona también lo estuviera.
El amor es libertad, por eso jamás se me ocurriría amarrar a otra persona. Pero tampoco se me ocurriría mandarle un hechizo de salud, o de lo que sea, sin pedirle permiso antes o sin que me lo solicitara. El amor es libertad y hay que dejar que cada cual viva en libertad, disfrute del libre albedrío, de la libertad de elegir qué hacer o no, qué sentir o no, qué vivir o no en cada momento.
Namasté.