Consultorio de Tarot
viernes, 4 de octubre de 2013

La mar y los chakras

Yo no sé vosotros, pero cuando voy a la playa, lo primero que hago al llegar a la arena es descalzarme. El ser humano está creado para vivir en la naturaleza, sin embargo nos empeñamos en vivir entre paredes, entre bloques de ladrillo y hormigón, alejados de nuestra verdadera esencia. Es por eso que nos sienta tan bien el pasar un día en la playa, o en la montaña, o en cualquier sitio rodeados por la naturaleza. Pero hoy, voy a hablaros de los beneficios de pasar un día en la playa, de por qué nos sentimos tan bien al hacerlo y explicaros que no es sólo por estar en la naturaleza, sino que la playa nos limpia también a nivel energético.

Llego a la playa y me descalzo. La arena penetra entre los dedos de mis pies. Siento la arena húmeda bajo las plantas, a veces está dura, pisada por otros, a veces está blanda y se enreda entre mis dedos. Y éstos sienten la libertad de andar descalzos, sin ataduras de ningún tipo. Me anclo a la tierra, formo parte del Universo, de la naturaleza, de la Madre Tierra. A nivel energético me enraízo, fusionándome con el Todo. La arena asciende por mis piernas limpiándome, uniéndome al planeta y al mismo tiempo, ayuda a que toda la energía estancada, sobrante, de mi cuerpo descienda hacia el suelo, donde se queda para renovarse. Mi chakra Muladhara, el de la raíz, se abre, tomando energía por mis pies y desechando la que ya no me sirve. Me siento segura, estable.

Camino por la arena hacia la orilla del mar. Al principio, el contraste entre el agua templada contra mi cuerpo caldeado por el Sol me hace pensar si dar el siguiente paso y entrar en el agua o quedarme fuera, pero me decido, y el agua salada empieza a fluir entre mis piernas. Al llegar a las caderas, me deleito, el ir y venir de las olas me hipnotiza, es una sensación tan agradable... y sigo entrando en el mar, cada vez más adentro y el fluir del agua se hace más patente por momentos, aunque las olas ya no rompan sobre mi cuerpo. Entra en acción el elemento agua, en el caso del mar, unido a la tierra, no sólo por las plantas de mis pies si me mantengo de pie, sino al flotar, mediante la sal. Y mi segundo chakra, Svadisthana, se abre, gracias al vaivén de las olas, al fluir del agua suavemente por mi cuerpo. Y con el agua, mis emociones fluyen, me siento, me siento.



Empiezo a flotar y el Sol me acaricia suavemente la cara, los brazos, las piernas... su calor es reconfortante, me gusta sentirlo en mi cama flotante de arena y de sal. Me siento poderosa, a la vez que segura y feliz. Poderosa porque estoy controlando mi cuerpo, estoy sobreviviendo al mar, que aunque está tranquilo, podría mostrar su furia en cualquier momento. El Sol despierta mi chakra Manipura con su calor, el tercer centro de mi cuerpo, desatando desde mis entrañas todo mi poder, todo mi valor, toda mi fuerza.
Y al mismo tiempo, mientras disfruto de todas estas sensaciones, de todos estos sentimientos, la brisa marina intenta enredarme el pelo, intento concentrarme para sanarme en todos los sentidos, pero la brisa juguetona me emmaraña los pensamientos... y no precisamente con "pensamientos negativos" sino con otra clase de sensaciones... es imposible pensar en las afirmaciones que me enseñó Louis L. Hay si veo las palmeras moverse, el Sol cayendo cada vez más bajo en un hermoso atardecer, las olas rompiendo contra la arena suavemente, los bañistas disfrutando de una hermosa tarde de verano... Y abro los brazos y con ellos Anahata, el chakra corazón, sede de los sentimientos... y amo todo cuanto me rodea, empezando por mí misma, por mi cuerpo, por mis pensamientos, por mis sentimientos más recónditos... amo el bello lugar donde me encuentro, las personas que me acompañan, la ciudad donde me encuentro... y el amor trasciende y se vuelve lo único importante.

A mi alrededor, todo es azul. El agua se torna turquesa, o azul ultramar según cómo le de la luz. El cielo, de su característico azul claro, el azul me rodea, me envuelve, penetra dentro de mí a través del chakra Vishuddha, el centro de la garganta. No recuerdo haber mentido nunca dentro del mar. No recuerdo ni siquiera reproches, ni el hablar de la lista de la compra con la persona que tienes al lado. No recuerdo a nadie dentro del agua con un smartphone consultando la red social de marras. Sólo recuerdo sonrisas, risas, palabras hermosas dichas desde lo más profundo de nuestro ser, recuerdo verdades como puños, expresadas con amabilidad, con la esencia de lo bello que cada uno de nosotros lleva dentro de sí. No recuerdo llanto dentro del agua, ni preocupaciones... así que me atrevo a decir que en el mar nuestro centro de la verdad se abre, conectándose íntimamente con el resto de nuestros chakras, ayudando a expresar nuestra verdad de forma amable y de formas divertidas y enriquecedoras.



Salgo del agua. En la arena me espera una toalla, calentita. Me tumbo, el Sol besa mi espalda, me relajo, me relajo completamente, corro el riesgo de dormirme, tal es la sensación de bienestar que me embarga. Pero no lo hago, es el momento de Ajna. Se pierden los pensamientos, no los necesito, así que dejo la mente en blanco. Qué bien se está así sin pensar en nada... algunos dirían que estoy meditando y todo, aunque no sea en una complicada postura de yoga. Le doy la oportunidad a la intuición a salir de su escondite, creado por todos esos pensamientos que tengo a lo largo del día.

En cuanto a Sahasrara... no sé si algún día podré despertarlo, si está despierto ya (pongo cara de "lo dudo mucho") así que no puedo hablaros de él. Quizás, en otro momento que no haya sido de playa... algún destello... no lo sé, lo más probable es que no... me encantaría poder contaros qué se siente... cómo lo siento...

Sólo espero que, a través de mis palabras, que he intentado que fueran sencillas, hayáis comprendido lo que quería expresar. Que el que nos sintamos bien después de un día de playa no sólo se debe al estar en contacto con la naturaleza, sino que ésta nos ayuda a limpiarnos, renovarnos, a abrir nuestros centros energéticos y que cambiemos toda la energía vieja, estancada, por otra nueva, energía que la naturaleza está siempre dispuesta a regalarnos sólo a cambio de que nosotros nos sintamos mejor.

Namasté.

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